Queridas personas,
Tomo la palabra para compartirles algunos sentipensares. Me siento cansada y sobreestimulada, e intuyo que muches de ustedes también, por lo que intentaré ser breve. [Spoiler: mmnn bueno, salió más o menos esa parte]
“Que lo urgente no te tape lo importante”, dice el refrán. Siento que es buen momento para recordarlo, ya que si algo abunda hoy son las urgencias, y esto es así aún desde el mayor o menor grado de privilegio en el que cada une se reconozca. En criollo, las papas queman. Quizás, entonces, cabe preguntarnos con sinceridad qué es lo que realmente nos importa, además de salvar las papas.
De este lado, siempre quiero poder hacer tiempo para el cultivo silencioso y cotidiano de la subjetividad: prestar atención a lo que me conmueve, a lo que me toca una fibra, que no se me haga callo el alma ni el corazón, que la edad y las experiencias -en especial las amargas- me fermenten y no me vuelvan más rancia.
Esa es, en parte, la invitación que hago en los grupos del taller de composición de canciones. Hacer tiempo (algún tiempo, diez minutos es mucho mejor que nada y más posible) para la escucha, para el juego, para la apreciar lo bello y lo roto en nosotres y en lo que nos rodea.
Thunbergia alata – Ojo de poeta
Si tenemos el impulso de crear, entonces toca hacer algo con eso: transmutarlo en colores, sonidos, relatos, música, poesía (estoy citando un poco mal a Borges), en un pulóver tejido a mano o en una rica lasagna casera (eso lo agregué yo, que ya estoy con hambre). Los ejercicios musicales o de escritura, el análisis de letras de canciones, toda práctica concreta que nos ponga manos a la obra es necesaria, desde ya. Pero si no abrimos un tiempo-espacio para el cultivo de lo que nos conmueve, de lo que –como dice Jim Jarmusch en sus ‘Cinco reglas’– “le habla directamente a tu alma”, nos dejaremos llevar por deseos y expectativas ajenas respecto de lo que es el “éxito” y el “fracaso”, de lo que es cool o lo que “garpa” en un determinado momento y lugar, alejándonos de nuestra voz auténtica.
Incluso, llegando a traicionarla. Esto lo sé porque he sentido en mi cuerpo ese peligro.
Una canción es un ser vivo que respira, nace, crece, se expande y se contrae a su tiempo, a su manera. Es un acertijo que se resuelve a sí mismo, y aunque algunas veces suceda de sopetón, no se la puede apurar. Parece contradictorio, y es que una canción puede contradecirse, tensarse como un arco y al mismo tiempo ser la flecha, certera, fatal.
Desconfío de cualquier persona que diga que tiene la fórmula, la posta, la llave o la respuesta a cómo hacer canciones. La canción es una pregunta abierta, es un ave cuya trayectoria no se puede predecir. Con algo de práctica y un poco de suerte, a lo mejor, podemos aprender a escuchar su canto, a tirar del hilo, para que ella aparezca y nosotres desaparecer. Y, al igual que con las aves, hay pocas cosas más tristes que una canción encerrada en una jaula.
Así que, además de invitar a quienes sientan curiosidad a pasar por la pestaña ‘talleres’ de esta mismísima página web para chusmear el programa de A la luz de la estrella y anotarse a alguno de los grupos de primavera, con ese mismo amor por las canciones les invito a escuchar las que tenemos para cantarles el sábado 11 de octubre en el CC Thames junto a mi banda, La Sensible: piano, bandoneón, violín, guitarras, bajo, batería, y en esta ocasión también flauta traversa y varias voces invitadas, un hermoso grupo de personas al servicio de hacer sonar un puñado de canciones en el aire, en tiempo real. Va a ser la única vez en el año que hagamos algo así, y en un buen tiempo.
Les esperamos para compartirlo con ustedes, parte fundamental de lo que ahí suceda. Es para ustedes, y es con ustedes. A propósito, ¡¿ya les conté que lo vamos a grabar en vivo?!
No dejemos de proponer otras formas de habitar, de ser, de existir.
No somos máquinas de consumir y trabajar.
Permanezcamos sensibles, aún en estos tiempos.
Más aún en estos tiempos.
Con la esperanza de verles del otro lado de la pantallita, les abrazo,
–M
Pd. Escribí este poema en el cierre del uno de los grupos de invierno, a partir de palabras encontradas en el libro ‘Ikebana política‘, de Claudia del Río.